-Y al principio solo seremos mención. Luego en la palabra seré carne.
-¿Tú le entiendes?
-No… Debe ser muy listo.
Para mí la vida es una rutina constante. Me despierto seis minutos antes de que suene el despertador, a las seis menos seis de la mañana, me hago un café de sobre, me visto para ir a trabajar y cuando salgo de la oficina seis horas después, me tomo unas seis cervezas en el bar frente a mi oficina, en el número seis de la calle Martín Biure, planta seis, en Madrid. Seis. Seis. Seis. No es casualidad, la verdad, llevo unos dos mil años readaptándome al mundo y el número seis siempre me ha perseguido, pero para alguien como yo es lo más normal. Soy Judas Iscariote, discípulo de quien vosotros, cristianos, llamáis Jesucristo.
Os estaréis preguntando, “¿Pero tú no deberías estar en el infierno, pudriéndote junto a todas las almas traidoras a Dios?”, pues sí, así es, o al menos así fue cuando me colgué del maldito árbol, pero oye, me expulsaron del propio infierno por traicionar a mi amigo. Resulta que Lucifer/Luzbel/Satanás quería que Jesús viviera y no quería verme ni en pintura (jódete, estoy en medio del museo del Prado) así que me envió a la Tierra. Ni cielo ni infierno, en resumen. Así que me tuve que adaptar: me casé, tuve hijos, mi mujer murió, mis hijos también, y mis nietos y bisnietos… Hasta la fecha. Cuando uno es inmortal tiene mucho tiempo libre, así que estudié y me cambié el nombre unas seiscientas veces (insisto, el número seis es importante en mi vida) y ahora me dedico a programar para una multinacional española con unas sesenta sedes en todo el mundo. Prometo dar la tabarra con el número seis.
Y todo iba bien, al menos en las últimas décadas, pero por supuesto uno no puede bajar la guardia mucho tiempo si no quieres que te la claven, y la regla no hacía excepciones con traidores universales. Aquella mañana, cuando llegué a mi oficina, sabía que algo iba mal (instinto de superviviente inmortal) y notaba en el ambiente una vibración inusual, como si hubieran cargado con electricidad estática toda la planta. A mi ordenador le costó arrancar, como al del resto de mis compañeros, y la luz de la pantalla parpadeaba de forma constante. Me senté y me quedé mirando como el logotipo de la manzana mordida aparecía y desaparecía.
Nota para el lector, por cierto, Eva no mordió ninguna manzana, no viene a cuento, pero quiero ser yo quien acabe con ese mito. En ningún punto de la Biblia pone que mordiera una manzana gala, sino un fruto. Si se la asocia con la manzana es porque, dependiendo de cómo la partas, si en horizontal o vertical, aparece el dibujo de la estrella de David o un corazón, sin más. Eso, y que la Iliada hizo mucho daño.
Volviendo al asunto que nos concierne, mi ordenador último modelo que se supone que nunca se cuelga acabó colgándose. Todos mis compañeros de la planta comenzaron a murmurar y a quejarse, incluso hubo alguno que golpeó su pantalla, cosa que no sirvió de nada. Yo, en cambio, armado de una paciencia infinita, me quedé sentado esperando a que pasara aquella vibración.
Eso, por supuesto, no pasó. En cambio, lo que sí pasó fue que la luz del sol que bañaba la planta por el lado izquierdo de la oficina se apagó. Sí, literalmente el sol se apagó, y con él, la voluntad de todos los informáticos que cayeron al suelo desplomados. ¿Todos? No, claro, yo no, porque si no ¿Quién contaría todo esto?
-Vale, aquí pasa algo –me dije a mi mismo y a mi colega Tomás, que estaba tumbado en el cubículo de al lado.
Me acerqué a la ventana y vi que el Sol ya no estaba y mis miedos salieron a la escasa luz que emitían las luces de emergencia. Oí el aleteo a mi espalda y me giré. Y ahí estaba, el heraldo de Yahvé.
-Hola, Heliodes.
No se le nombra en la Biblia, pero Heliodes era uno de los ángeles más longevos de Dios. Es feúcho, a diferencia de sus hermanos alados, pero es, literalmente, el Sol, así que pocos se metían con su nariz chata y su mentón gigante. Heliodes me miró serio, como un padre que está a punto de reñir a su hijo, y habló con una voz aguda de puberto.
-He sido enviado por nuestro padre para decirte, Traidor –nunca pensé que alguien podría hablar en cursiva, pero aquel tipo podía-, para informar que el segundo advenimiento será pronto. Nuestro Padre quiere que te mantengas alejado de la reencarnación del salvador.
El segundo advenimiento ¿Jesús volvía? Eso sí que me pilló por sorpresa. Podía ser mi oportunidad de redimirme, de ganarme entrar en el Cielo, o en el Infierno, no sé, pero intentar acabar con la eternidad terrenal.
-¿Pero es seguro? ¿Y por qué me lo dices a mí? Dudo que la reencarnación de Jesús sea en Madrid… ¿No?
El ángel pareció dudar, como si analizara cada palabra que podía o no decir. Agitó sus alas doradas y carraspeó.
-Eso no está en mi mano responder. Como marcado, sentirás su presencia antes que muchos otros, pero si te acercas a él, el Irae Dei caerá sobre tus hombros.
Cómo detestaba los latinismos. Vale que quedaban muy bien en misa y todo eso, pero estábamos en el siglo XXI, si el latín murió, fue por algo. Todo eso me hizo despistarme el tiempo suficiente para que el Sol se fuera y todo volviera a la normalidad. Las luces se encendieron, mis compañeros se levantaron del suelo como si nada hubiera ocurrido para ponerse a trabajar y la vibración que sentía desapareció. Yo me quedé ahí quieto, mirando en dirección a la máquina de café expreso de la cocina, justo donde Heliodes estaba postrado hasta hace escasos segundos.
-¿Estás bien, Yoel? –me preguntó Tomás que me miraba con una ceja levantada.
-Sí, sí… Solo me ha parecido ver una polilla.
Vale, Jesús volvía. Y eso estaba bien, porque si se acordaba de mí, en teoría, me perdonaría. ¿No es eso lo que hacen los cristianos? Perdonar, está en su manual de instrucciones. En teoría su padre también perdonaba (siempre y cuando no planeara una plaga de langostas), pero era bueno en principio. ¿Entonces por qué no se me permitía acercarme a él? Muchas preguntas y escasas respuestas que no encontraría en Google.
Solo podía preguntarle a una persona en toda la ciudad y estaba seguro que dicha persona intentaría matarme.
Pues esta es la primera historia que voy a publicar en el cuaderno de bitácora, se llama Iscariote y la iré publicando todos los lunes a modo de novela por entregas. Como puedes comprobar, es fantasía, un género literario que me apasiona, así que voy a compartir esa pasión contigo ¡Espero que te agrade!
¡A seguir!
Era un higo!
Me encantaaa. Te seguiré con ahínco porque todas las cosas que vengan de la tradición judeocristiana me mueven.