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-Judas, por favor, esto no puede seguir así.
-¿Por qué no? Él no te ama, Magda, no como yo. Vayámonos de aquí y empecemos en de cero en Cartagena, juntos.
-No, lo siento, Judas. Pensé que podría, pero…
Esto es lo que pasa cuando uno se enamora. Que le parten el corazón. O hacen que deje de latir un rato en mi caso. Esto último era una auténtica putada. El coma duraba unas horas. Con un poco de suerte despertabas en el mismo callejón donde “mueres”, pero a veces te encontraban y te llevaban a la morgue. Esta opción era lo peor que le podía pasar a un marcado como yo.
Me incorporé de la mesa de autopsias y noté el fuerte tirón del metal que mantenía la carne de mi pecho abierta. Al parecer quien quiera que se estuviera encargando de mi cuerpo me había dejado a medias, pero al menos no me había abierto en canal del todo, solo la primera capa de piel.
-Agh… Mierda. -murmuré mientras me arrancaba, uno a uno, los ganchos de los laterales. Como pude, coloqué la piel del pecho para que cicatrizara sola, con suerte en un instante, mientras buscaba mi ropa con la mirada-. Esta siempre es la peor parte.
El dolor era real e inaguantable, daba igual cuanto tiempo pasara, pero siempre dolía. El tejido de mi piel se empezó a unir lentamente, como una serpiente mudando, con un sonido crujiente y viscoso. No podía perder más tiempo, así que recorrí la pequeña morgue buscando mis pertenencias. Al fin encontré la bolsa transparente con mi traje mordido por las cuchillas y la sangre de mi cráneo, además de mis zapatos, y comencé a vestirme con premura inquieta. Por suerte, no llevaba nada de documentación encima, así que tardarían en saber quién era (sería por eso que habían dejado el trabajo a medias).
Ya estaba listo. El traje puesto, la camisa llena de sangre por dentro del pantalón y los cordones atados. Ahora solo tenía que salir de allí. Pero no iba a ser tan fácil, si no esta historia acabaría rápido y no sería una buena historia. Al darme la vuelta hacia la salida estaba frente a mí una mujer con su bata blanca, sus gafas colgadas del top y su boca abierta casi desencajada. Me fije que llevaba un café en la mano, pero no duró mucho, ya que se resbaló de sus dedos temblorosos hasta el suelo.
-Vaya, hola -le dije mientras me colocaba bien la corbata-. Casi comentemos un error, ¿eh? Seguro que es la primera vez que te pasa.
Llegó el desmayo. Siempre hay desmayos en estas situaciones. Se deslizó hacia el suelo y no me dio tiempo de agarrar su cabeza para evitar el golpe. Chasqueé la lengua y pensé si dejarla tirada ahí o socorrerla. A malas, alguien vivo la encontraría, ¿no? Pensé mientras apoyaba las manos en la cintura y miraba alrededor.
-Mierda, Judas… -murmuré para nadie.
La agarré de los antebrazos y la arrastré con cuidado. Cerca había una silla y la senté ahí, comprobé el lado de la cabeza que había golpeado el suelo. Bien, no tenía nada, alguien se libraba de una autopsia real. “Ya está” murmuré. Luego comprobé el reloj de la mujer, eran las tres de la madrugada (eso tenía que ser explotación laboral), así que supuse que no habría mucha vigilancia.
-Esto que quede entre nosotros, ¿te parece? Esto…-miré su tarjeta colgada de su top y aguanté la risa-¿Casandra? Sí, claro…
No te voy a contar cómo llegué a mi casa. ¿Por qué? Porque tardé dos horas caminando hasta allí donde no pasó nada destacable, no es importante para la historia, no había nadie en la carretera, ni ningún demonio salido del guion universal para terminar de joderme la noche.
Simplemente llegué a mi apartamento. Estaba tal cual lo dejé, salvo porque ya no olía a lejía, solo a flor de azahar. Parecía que Magda no estaba interesada en nada de mis pertenencias, ya que no rebuscó entre mis cosas y, si lo hizo, lo dejó todo tal cual estaba. Me obligué a ducharme y cambiarme de ropa, tiré la que llevaba puesto al cubo que con la ética de “incinerar” y me senté en el sofá para descansar la vista un rato. Menudo día, ¿eh? Un duque del infierno, mi amor verdadero, una muerte, un desmayo en la morgue… Creo que por hoy es suficiente.
-Se que eso es lo que te gustaría, ¿verdad?
Abrí los ojos. ¿Más visitas indeseadas, en serio? ¿Y encima sentado en lo alto de mi botellero?
-Tienes hasta que acabe esta frase para bajar de ahí si no quieres morir.
El hombre vestido con un traje de tres piezas negro balanceó la pierna en el aire al mismo tiempo que la botella de ron Clement. La botella de ron Clement abierta (no estaba abierta cuando me fui) y por la mitad (estoy convencido que estaba cerrada y llena). Aquel tipo acababa de firmar su sentencia de muerte.
-Si pudiera morir, Isca, ya lo estaría.
-Sal de mi cabeza -me levanté y me acerqué sin miedo-. Baja.
La mujer bajó y pegó un trago de ron. Ese ron no era para beberlo así.
-No deja de ser ron, Isca, no te pongas así.
-¿Qué te acabo de decir?
-Lo siento, me resulta complicado diferenciar palabra de pensamiento. ¿Cómo va tu búsqueda?
El ser andrógino cambiaba de forma a voluntad. Hombre, mujer… Era difícil, apenas pestañeaba ya tenía un aspecto diferente. Maldita sea, tenía que haber tirado lejía nada más entrar.
-¿Y a ti que te importa? -sin darle la espalda, caminé en círculos hacia la parte occidental del salón-. ¿Tu jefe te ha mandado para que me encadenes a una roca o algo así?
-Hace tiempo que no le hago caso, es muy tedioso… -siguió bebiendo, apenas sin respirar, y dejó caer la botella vacía al suelo-. Delicioso.
Me miró y agarré el abrecartas de la mesa. Se rio de mí, una risa sibilina. ¿Por qué, de entre todos los ángeles, demonios, vírgenes y ministerio de santos, tenía que ser él?
-Porque todo está escrito, Isca, ¿recuerdas? -odiaba que hiciera eso-. Ya sabes, el plan divino y todo eso. ¿Por qué si no iba el gran Judas Iscariote, la mano derecha del Salvador, cometer tal atrocidad como aquella?
-Lo hice por mi propia voluntad, no porque Él lo quisiera o no.
-¡¡¡ESTUPIDECES!!!
La sangre empezó a brotar de mis orejas. Los tímpanos estallaron a pesar de que los tapé como pude. Lo que pasa cuando el interior de tus oídos estalla no es agradable, a parte del dolor y de no escuchar absolutamente nada salvo el vacío, pierdes completamente el equilibro y caes. Eso fue lo que ocurrió, claro. ¿Os acordáis de que Heliodes hablaba en cursiva? Pues este engendro hablaba en mayúscula, y provocaba aquella clase de efectos en el cuerpo. En aquel momento reventó mis oídos, la próxima podría ser el corazón o el cerebro.
Al volver la mirada hacia el hombre, vi que avanzó hacia mí y se acuclilló. Sonreía como el sádico que era, pero esta vez no habló, sino introdujo sus propios pensamientos en mi cerebro. La sensación era similar a la de hurgar en la nariz con un dedo hasta hacer que sangrara… y seguir hacia dentro. “¿De verdad crees que todas tus acciones, de la primera a la última, son voluntarias? Ni te has dado cuenta del hilo que te está ahorcando, títere. Si no quieres seguir su voluntad, deja la búsqueda”.
Con la poca fuerza que me quedaba, intenté clavarle el abrecartas en el pie, pero fallé debido a la falta de profundidad y precisión. No oía nada, pero pude escuchar su risa por la vibración del suelo. La mujer se dirigió a la puerta y me miró una última vez antes de guiñarme un ojo y desvanecerse. Tardé un rato en recuperarme, el tiempo exacto para arrastrarme por el suelo hacia la habitación, chocarme con todas las paredes posibles y escalar a la cama.
Mañana no iría a trabajar. Jódete, destino escrito. Dedo corazón al techo.
Como prometí, este capítulo es bastante largo y no presento a uno, sino a DOS personajes de la trama. Esto empieza a complicarse para nuestro protagonista.
¡A seguir!
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Me cae muy bien este Judas, es muy carismático. La historia tiene muy buen ritmo, todo el tiempo está pasando algo pero no abruma ni se pierde en descripciones o explicaciones demasiado detalladas.
Me genera curiosidad y ganas de seguir leyendo.
Saludos!