Yo, yo mismo y el superego del poeta.
viernes de reflexión un poco ilógica. Pero para mi no. Quizás para ti sí.
Hace unos días, nada, ni una semana, un poeta me dijo algo que me dejó trastocado completamente.
Me comentaba, mientras dábamos una vuelta por un pueblo del interior de la isla, que sus poemas eran malos, pero que a él le gustaban.
-Bueno, si a usted le gustan es que son buenos- le dije yo, entre el halago y la verdad.
Se frenó en seco y empezó a negarme en rotundo. Me dijo que el ego era enemigo directo del cristiano, aunque uno sea poeta, tiene que permanecer en el camino de la humildad.
-La primera persona del presente imperativo es el arrepentimiento.
Esto hizo que yo me frenara en seco. Me dejó sin saber qué responder. Que asociara la idea del ego del poeta al arrepentimiento cristiano me pareció una locura, en el buen sentido de la palabra, y me dejó pensando.
El poeta tiene ego por naturaleza. El poeta quiere ser leído y a veces se olvida, por una cosa u otra, que el poema, una vez lo escribe y lo manda al mundo, ya no es suyo, es de quien lo lee y lo necesita, como dijo Neruda al cartero. El poeta que escribe para él, para sí mismo, para su superego, acaba queriendo más su cara en el espejo que lo que deja escrito y eso es, en gran medida, un error del que se acabará arrepintiendo.
He escrito poesía desde que creía saber qué era la poesía y prefiero mil veces que recuerden antes lo que deje escrito a mi cara. Esto también es una clase de ego, porque mis escritos, de ser recordados, será porque los necesita alguien, quien sea y por lo que sea, no porque los haya escrito yo. ¿Es como quien se duerme encima de la mano izquierda para darse mucho amor así mismo, pero parece que es otra persona? Pues algo así.
La poesía no es como una novela. La segunda la escribes, la tiras al mundo y esta puede gustar o no, te la pueden criticar o no, te pueden sacar un live action con el tiempo en nesflis o no… Pero la escribes más para ti que para la gente, y la gente para que la escribes suele ser un niño en específico.
La poesía es radicalmente distinta. Tu escribes un poema, para empezar, para alguien, sea real o ficticio, sea espiritual o carnal, pero para alguien, no para ti. Y es verdad que te puede gustar el poema, te puede parecer bonito o nostálgico, pero debe ser otro, sea al que va dirigido o no, quien se sienta poseedor de ese poema. No se si me estoy explicando, creo que sí.
El caso, que me voy por las ramas. El poeta es poeta para otros, no para él mismo (o ella misma), su ego es superego porque su poesía aun no es poesía. Cuando se de cuenta de que su poesía ya no es suya desde el momento en el que se desplaza el bolígrafo por la hoja y crea un soneto, un romance, una égloga, lo que sea… Ya no es suyo, es del destinatario.
Por eso el poeta no debe tener ego. El ego se lo da a otros en forma de poemas. ¡A seguir!
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